Prometía la temporada, y no poco. Abundaban las ganas de ver a un Pablo Aguado que se forja a pasos agigantados por los grandes templos de la tauromaquia. Había que ver a un potente y arriesgado Roca Rey, tras meses de recuperación, mirando a los doblados y polvorientos trastos de reojo. Había que estar sí o sí en la "Resurrección de Talavante", pisando el albero maestrante. Habíamos apostado por las cuatro tardes de Morante en la ciudad hispalense, la reaparición de Fortes, Salvador Vega, El Cordobés... Y escribo estas líneas a sones de "Mi amargura", percibiendo ese típico y bendito olor a magdalenas caseras recién hechas mezcladas con el altivo e imponente humo del incienso, que se combina con el deslumbrante Sol de Miércoles Santo, para crear una verdadera obra de arte. Miro hacia el frente, y veo al gran aficionado y cofrade D. Víctor García-Rayo, presentando su anhelado programa de la Semana Santa de Sevilla, 7TV, antiguo El Correo de Andalucía. Hoy es Miércoles de Baratillo, cofradía hermana, cofradía con bajos llenos de albero -como apuntaría el gran pregonero y taurino Rafa Serna q.e.p.d.- , hermandad de los toreros. La aleación de ambiente cofrade con el taurino es incomparable.
Amargura, como la marcha que retumba sin complejos en mi estancia, la de no poder apretar la tierna y suave almohadilla oliendo el estremecedor aroma de albero mojado y puro encendido, todo un clásico. Amargura la de no poder contemplar las luces del traje del mismo nombre, permaneciendo inmóviles ante el pasar de un animal de 500 kilos (en las ocasiones más afortunadas). Amargura la de no poder ir de toros, y eso lo engloba todo, por el simple hecho de que nos invade y atenaza un virus que procede desde lo más lejos de oriente, y mata a miles de personas, encontrándonos todos confinados con temor en nuestros hogares, como si un episodio de la Edad Media se tratase.
Y se lo digo, sin escrúpulo alguno, porque en el Universo Taurino hay que estar tanto para lo bueno como para lo malo: "La temporada está difícil, y no podremos ir de toros. Tendremos que dejarnos llevar por el Señor, que es el que manda, y aceptar su voluntad". No obstante, para situaciones como
ésta sirven los recuerdos que guardamos como oro en paño, y que de vez en cuando desempolvamos para rememorar grandes tardes de corrida o acontecimientos de la tauromaquia que nos sacan una pequeña sonrisa en estas desoladoras y amargas circunstancias. Nos resultan útiles, ya que nos permiten trasladarnos a tiempos de toros, sin realmente movernos del lugar.
Me invade de una masiva satisfacción el tener entre mis manos un autógrafo de D. Mario Vargas Llosa, a quien pude saludar al término de mi primera corrida, triunfal, en La Malagueta (2018), con puerta grande para Enrique Ponce y Roca Rey. Tengo el privilegio de poseer otro de D. Alberto García Reyes, gran crítico taurino y pregonero de Sevilla, a quien pude conocer en el Festival Benéfico del Día de la Hispanidad (12 de octubre de 2019), en la Real Maestranza de Caballerías sevillana. Comparten espacio estos dos con el de Juan Ramón Romero, Salvador Vega y Juanma Moreno Bonilla, los tres autógrafos firmados en tardes de toros malagueñas.
A imitación de mi gran amigo, maestro y padre taurino, Manuel Jiménez (Jilón), conservo por orden cronológico las entradas de todas las corridas a las que he tenido la suerte de asistir, todas de su mano (y de su bolsillo). Las amontono, como se puede apreciar en la imagen, una encima de otra, en lo alto del morrillo de un toro en miniatura, atravesadas por una espada en media estocada. Suelo bromear con Manolo: "esa media estocada hay que llenarla esta temporada". Y me acuerdo entre suspiros (acaba de irrumpir "Suspiros de España"), de lo que era una simple broma que quizás se transformaría en realidad, y ahora habrá que esperar algún tiempo.
Entre mis pertenencias taurinas cabe destacar además un macho de la chaquetilla, con uso de llavero, (garantizo que se encuentra a años luz de parecerse a uno de verdad), que adquirí al final de la corrida Picassiana de Málaga la temporada pasada, como recuerdo de la feria de la misma ciudad, a la que Manolo Jilón me dio la oportunidad de asistir, hasta tres tardes -un tercio de la feria. También se halla un llavero de cuero y bronce que refleja una chaquetilla del vestido de torear, la cual compré como "amigo invisible" de Navidad para mi padre, quien reconociendo la afición que en mí rebosa, decidió regalármelo, acción que agradezco. Se puede observar también un capote de "las escopetillas de la feria". Yo empeñado en conseguirlo pero el plomillo, tras intentarlo innumerables veces, no impactaba en el objetivo. Y recuerdo a carcajadas al pobre feriante, que ya desesperado, quiso dármelo aunque no lo hubiera conseguido. Dejo para el final mi almohadilla, a la cual tengo alta estima, ya que me la compró Manolo Jilón en la mismísima calle Adriano, momentos antes de mi primera corrida en el coso baratillero.
Pues bien, el mensaje que quiero transmitir es el siguiente: la temporada va a ser dura, con incontables aplazamientos de ferias y problemáticas dificultades. Yo poseo un currículum bastante escaso de corridas, e intento levantar el ánimo con los recuerdos que éstas, aun no siendo numerosas, me han regalado. Usted, si está leyendo el artículo, puede hacerlo también. Porque salir saldremos, téngalo por seguro, pero no se sabe cuándo.
Y termino deseándole un Feliz Miércoles de Baratillo, Semana Santa y una pronta Temporada Taurina.
Romero Salas