viernes, 12 de abril de 2024

¡Mañana va a venir a verte "tu madre"... y yo también!


Las cosas de Curro. Al Faraón le dijeron todo cuanto no está escrito, porque en la democracia más exacta de una plaza de toros, el pueblo es soberano, y por ende, quien tiene derecho a la protesta. Ayer, cuando el ocaso iba tiñendo de pre-feria y oro las aguas del viejo Betis, por las bocas de la Maestranza se adivinaba ese mismo sentimiento anti y a la vez pro currista, que ya lleva durmiendo algo más de veinte años.


Curro Romero saliendo de la plaza escoltado, frente a la seria mirada de Juan Pedro Domecq



Fue en esa sensibilidad impotente que roza el nihilismo mejor ejemplificado, cuando la soberanía del público volvió a caer enredada en los hilos de Juan Pedro. Si bien por la mañana declaraba el ganadero en el sorteo que había traído su cercado más bonito, mi incredulidad fue grande cuando tras el reconocimiento veterinario le rechazaron no uno, ni dos, ni tres: cinco toros, casi un embarque entero, no quedando aquí la cosa: por cuestiones de morfología y remate. Y la gracia que le haría al chófer cuando hubiera que ir otra vez al campo a por toros, para Sevilla nada menos. Por semejante insulto a una plaza de esta categoría, aplaudiría que se le privara de pisar los corrales de la feria de Abril otro año venidero más, como el pasado. Simplemente lamentable.


Orden de lidia de los toros reseñados para la corrida de ayer.
Véanse los cinco ejemplares de Juan Pedro Domecq rechazados en el reconocimiento.




Y es que en esta caprichosa fiesta de los toros, todo lo organizado se ahoga en la más vasta imprevisibilidad. Uno se gasta el dinero que estime oportuno, sin saber nada de la función. Venía la afición -la de verdad- de romperse la camisa con una excepcional divisa de Santiago Domecq (de primero a sexto), y varios toros "de estudio" de El Parralejo, cuando en la tarde de los juampedros, el pueblo soberano echó en falta a quien mostrar su descontento. 

Al igual que a Aguado se le pita cuando entra en gana, y a Pepe Luque cuando da dos orejas en Sevilla con un pinchazo, el respetable no tenía a quien dirigirse ni para aplaudir la labor ganadera del pasado martes, ni para recriminar el fiasco de ayer -desde el momento del embarque en Castillo de las Guardas, hasta que se fue el camión con las carnes de lidia para el Mercado de Triana-. Ninguna de estas humildes líneas tendría sentido si Juan Pedro se hubiera limitado a asomarse a la boca del burladero, con vergüenza torera, para recibir la bronca que correspondía ayer al término del festejo. Si bien el ganadero da la vuelta al ruedo cuando le indultan un toro, también debería estar en disposición cercana por si hubiera que saludar tímidamente una ovación, o para recoger las almohadillas del suelo. Que como le gritaban al pobre Curro, a más de uno le entraron ganas de decir: "¡Juan Pedro, el año que viene va a venir tu padre... y yo también!"

RRS



miércoles, 26 de abril de 2023

Sevilla no quiere a su madre


    Decían los curristas de las camisas rajás' que quien no quería al Faraón, no quería a su madre. Y esa es la frase de la que se han ido apropiando los que hacen kilómetros siguiendo al maestro de la Puebla. Sevilla está enferma, huérfana de afición sevillana. Sevilla ahora es la feria ganao'  -al menos a partir de las 18:30- donde el silencio ya no sobrecoge, donde los corrales son los de mi pueblo y donde la Puerta del Príncipe ya son palabras menores. Pero el mayor de los pecados es que Sevilla ha abandonado a su devoción del siglo XXI, y no por vez primera. La Maestranza ha desheredado a su torero.

    Sevilla por no entender, no se entiende ni ella misma. Todo gira en torno a irse del Real para luego volver. Es como salir un paso de su templo en estación de penitencia y recogerse a las horas, sin santiguarse en la Santa Iglesia Catedral. Y ese sacrilegio sucedió en el barrio del Arenal el pasado lunes, como tantas otras tardes. 



    Morante no se baja de su dimensión. A sus 43 años. Y a Morante lo han vendido por treinta monedas de plata. Hoy la afición sevillana prefiere una faena de "trapazos" sin orden ni sentido. La muleta y el capote son un trapo. Un trozo de tela. Si no se utilizan bien, el torero está pegando "trapazos". Muy diferente a lo que viene a ser un lance o un muletazo. Para nada son lo mismo. Y Sevilla lo tolera y concede la Puerta del Príncipe a tres tandas citando desde la portada de la Feria y colocándose como para bailar sevillanas. Roca Rey es quien llena hoy día las plazas, y su función es esencial; y de acuerdo estamos. Pero no se puede ningunear al público hispalense de la manera que lo hizo y seguirá haciendo. El ruedo no es un ring de boxeo. El toreo no es lucha, sino danza. Complementariedad entre toro y torero, que no oposición. Por eso a Rocky Rey le faltan los guantes cuando sale a "torear". 

    Pero de nada sirve esto. De todas maneras, a la tarde de Victorino van toros reseñados como sobreros en Olivenza. De nada sirve. Todo es un circo. Pese a que luego se comportaron bastante bien, supone un auténtico insulto al caché del coso maestrante. Sevilla es lo extraordinario, lo sobrenatural, lo superior. El templo del toreo. Para bien y para mal.

    Y hoy vuelve a pisar el albero de oro Morante de la Puebla. Hoy tiene la afición una deuda que saldar. Debe tener el detalle la Maestranza de romper con ovación el paseíllo para sacarlo a saludar, a modo de disculpas y reverencia a su Mesías. De sabios es rectificar.

Imagen: ABC

Romero Salas

miércoles, 12 de octubre de 2022

Colón descubrió América, y el Toreo su porvenir


    Entre la zozobra estoica de las olas que llevan a la calle Adriano, doce mil almas, ajenas, desembarcaron de la Niña, la Pinta y la Santa María para acariciar las entrañas del Baratillo por vez postrema en la presente temporada. Fue un doce de octubre, doscientos treinta años después, cuando el Giraldillo hispalense alzó, a modo de veleta, la bandera que anunció un descubrimiento. Fue un doce de octubre cuando Dios, en San Lorenzo, hizo hombre a un niño como obra de caridad para los pobres. Fue un doce de octubre cuando se apuntilló una digresión de medio siglo con tres pañuelos en el palco entre palmas por bulerías. Y en el templo del toreo, un doce de octubre, la historia viva se escribió cruzando la Puerta del Príncipe.



    La Fiesta tiene futuro, y quizás también presente. No fue por ser un festival, tampoco por ser un pueril torerillo de quince años. El presidente D. José Luque Teruel se levantó para concederle -a ley- el tercer trofeo a Marco Pérez por la lidia completa que ejecutó sobre el albero de oro de Sevilla. Un debutante de la Escuela de Salamanca camina en torero hasta las rayas de picar del tendido doce de sol para hincarse de rodillas como frente al Gran Poder. Y tras saludar con pinturería y recursos a un fuerte añojo de Jandilla, Tejera se arrancó por “Amparito Roca” como en las tardes grandes de capa de Morante, Ortega o Curro.



    El aficionao en chaqueta sentado a mi derecha, que no pronunció sílaba en todo el festejo, se limpió una lágrima cuando el chiquillo brindó a su madre, la valiente mujer que le ayuda a vestirse de torero. Y a ese buen aficionao emocionado creo que lo seguimos el resto de la plaza. Solvencia torera, inteligencia, sentido de la medida, quietud, oficio, la barbilla siempre encajá’ en el pecho, Marco deja incrédulo y en pie al tendido del Arenal. Y perfilándose en suerte natural, deja una estocada entera con más verdad que la Palabra de Dios. Lío gordo. Historia viva.


    Pero no queda ahí la cosa. Cortó pata negra Pablo Aguado a sones de “Dávila Miura”. Recuerdos mágicos de un diez de mayo de 2019 cuando soñamos el toreo. Esta vez no fue con Cafetero, de Jandilla. Ni vestía de berenjena y oro. Pero durmió el percal con la misma suavidad, encajó la cintura con la misma naturalidad, talló las mismas trincherillas sevillanas y pintó la mejor suerte suprema de la tarde. Pese a un primer pinchazo, desorejó al de Núñez de Tarifa, con un gran pitón izquierdo.



    Sin suerte Juan Ortega, de paupérrima colocación frente a un astado más soso que la petenera; comprometido y variado Daniel Luque con un utrero de incoherente morfología, le tocó un manso a un entregado Manzanares, y más puro que en muchas ocasiones (oreja); sin lote estuvo Urdiales, que esbozó algunos destellos; y muy torero Diego Bastos que no pudo expresarse con comodidad.



    Y de mi retina no se borra el niño torero en volandas camino del hotel. Porque en el Paseo de Colón –como si de una coincidencia se tratase- la Maestranza enseñó al mundo el último gran descubrimiento del toreo.


Imágenes: Diario, de Sevilla, Maestranza Pagés, Cultoro

Romero Salas

sábado, 24 de septiembre de 2022

Las vueltas al ruedo también son trofeos

      Y de los más loados a lo largo de la historia taurómaca. Es evidente que tendemos a infravalorar ese punto intermedio entre la concesión de una oreja y un simple saludo desde el tercio. Pero mayor aún es la evidencia que rebosa sobre la vil profanación que se ha dado en el Paseo Colón a una de las leyes fundamentales del toreo: en plaza de primera -y ni hablar ya de Sevilla-, si no se mata en el primer encuentro, no hay orejas. 


         Y es que cuando un torero da una vuelta al ruedo, es signo inequívoco de que el público está con él pese a cualquier infortunio o desperfecto de su lidia que le haya impedido pasear apéndices. Por ende, ¡qué majestuoso hubiera sido ver a Morante pasar por barrera una segunda vez -como se le pidió-... y todas las que hicieran falta! Pero desprovisto de esa oreja que debió llegar al desolladero en el arrastre.




            Es muy simple: si fragmentamos las "normas no escritas" que nosotros mismos hemos establecido, ¿adónde estamos llevando nuestra Fiesta? Responderán los aficionaos' que hay que tener sensibilidad, que es un premio al conjunto de la obra, y miles de etcéteras. Así opino yo también, y por ello el respetable, como soberano que es, tuvimos la potestad para pedirle una segunda vuelta, y una tercera y así hasta que nos echaran de la plaza, con mayor sensibilidad y a su vez mayor rigor que el Sr. Presidente que osó a asomar el pañuelo blanco por el palco, habiendo visto al cigarrero entrar hasta en tres ocasiones a matar. La primera oreja es la del público, pero siempre y cuando se cumplan los requisitos para dicha concesión. Y para más inri, sigo sin poder asimilar cómo grandes entendidos afirman sin complejos que incluso merecía cortar el rabo.


      Partimos de la base de que el cuarto burel fue pitado desde su salida hasta banderillas por descoordinación (finalmente por mero acalambramiento, propio de haber estado en los chiqueros). Por consiguiente, no pudo haber lucimiento en ninguno de los primeros tercios, con lo cual se esfuma el mínimo vislumbre de conceder los premios máximos que tanto se están escuchando sin sentido alguno. Y aunque se vio un José Antonio entregadísimo, arrebatao' y dando clases de una pureza impresionante, verdad y torería, el de Matilla iba muy a menos, parándose y convirtiéndose en un carretón fácil, embistiendo de uno en uno y con cierta informalidad en el recorrido (aunque con sublime humillación) lo que hizo perder explosividad a una faena ya de por sí magistral. 





     Dicen también que ha sido "la faena de la vida de Morante". Dónde queda entonces la lidia completa a uno de Juan Pedro el 1 de octubre del pasado año, la faena del Núñez del Cuvillo en 2016, o bien la que realizó de verde botella y azabache en 2009 ó la de la porta gayola en abril de 2007, todas ellas gratamente recordadas. Y si la faena al de Olga Jiménez el 23 de septiembre de 2022 era de rabo según los mentideros, aun faltándole esa última rotundidad ya citada, ¿a qué altura queda la de Pablo Aguado con Jandilla, Diego Urdiales con Santi Domecq  o el propio Tomás Rufo este pasado abril?


       Así pues, por el bien de la tauromaquia, la obra de plena inspiración y sello propio de Morante se merecía un premio bastante más digno mediante varias vueltas al ruedo de peso y mérito, que, por esa falta de firma y redondez, una oreja inmerecida y transgresora de los cánones que rigen nuestro espectáculo. Porque las vueltas al ruedo también son trofeos, y muy dignos.


Romero Salas

lunes, 25 de julio de 2022

Cuatro caminos llevan al arte

        Y Santiago los iluminó con su estela. Hoy tan solo cuatro sendas condujeron a la Roma del toreo. El coso santanderino de Cuatro Caminos se inundó de nazareno y azabache, transformándose a su vez en la más frondosa galería de arte en movimiento. Los cuatro caminos que dan nombre a la septentrional plaza de toros se basan en una palabra cada uno: "Morante, de, la, Puebla".


    

        Fue Morante quien dio un paso más allá y, con sendas orejas jaboneras en mano, fragmentó las leyes de la semántica española: según la RAE, el término "arte" significa en su segunda acepción "manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros". Dicho esto, surge una absoluta necesidad de excepción para comprender el arte que destiló el cigarrero sobre el pardo albero de Santander: toreó sin toro, creó arte sin esos "recursos" que menciona la Real Academia. Y es que cual pintor sin inspiración, cantaor sin compás o poeta sin métrica, Morante puso en total -y debida- evidencia a D. Juan Pedro Domecq.

            Le tocó un descomprometido burel, informal hasta la penca y totalmente digno de la abreviación de faena que habitualmente suele llevar a cabo por la geografía taurina. En cambio, Morante decidió catalogar una vez más la tauromaquia como arte entre las artes. A base de espontáneas suertes muleteras, enroscadas por detrás de la cintura, cites a pies juntos con la franela plana al cien por cien, inteligentes ayudaos' por alto y una entregada muerte suprema, el sucesor de Gallito Chico demostró su capacidad de producir pata negra en CUALQUIERA DE LAS TARDES EN LAS QUE SE ACARTELE. Si verdaderamente hoy ha sucedido lo que creen haber visto mis ojos, el diestro de la Puebla se acaba de construir su propio enemigo a largo plazo: la posible sobre-exigencia del público. Por mi parte no sucederá porque me enseñaron a querer y esperar a Morante... pero Dios quiera que no le pase como al mítico Belmonte, Joselito o incluso al Faraón de Camas en sus últimos paseíllos... Mientras tanto, los aficionados de la ciudad cántabra siguen soñando el toreo. Gracias, maestro.

Imagen: Arjona
Romero Salas

viernes, 29 de abril de 2022

¡Qué te han hecho, Sevilla!

    Qué han hecho contigo. Vives para tu afición, y tu afición te mata a descabellos. Escribía Rafael Alberti que lloraba la Giraldilla mora con lágrimas en su pañuelo. Y si a ella le ha dado por mirar hacia los tendidos de la Maestranza esta misma tarde, no sé yo cómo habrá terminado la pobre. 

    El "afisionao" está en peligro de extinción. Hoy día hay taurinos de gomina y Varon Dandy que muy honrada y respetablemente adormecen el ladrillo visto del arenal baratillero. Pero, groso modo y con contadas excepciones, no saben corresponder a lo que se les ofrece. Déjeme explicarme:



    Llegó Morante al albero sevillano obligándonos a retroceder un siglo en el tiempo. Medias blancas, verónicas por alto abelmontás', revertinas a una mano y naturales por detrás de la cadera. Un par de toros más adelante, tras una gran ambición, entrega y torería, sale por si fuera poco al quite. Y queriendo echarse el capote a la espalda mediante una revolera, pierde un pie y los vuelos del percal. En la ínfima y menos razonable ocasión llegaron los pitos a la Cartuja. Sevilla se dio con "su" Morante. A qué viene eso. Como es natural, se desplomó el cigarrero emocionalmente y hasta luego Lucas. Se le pitó incluso al irse de la plaza en el juicio más injusto.



       En el quinto burel -el que dicen que nunca es malo- sale Diego Urdiales decidido y en torero a pegar un abanico de verónicas de las que no se borran. Acunando el toreo y como con el paño de la cocina, todo esto a un manso de nacimiento más berreón que un valencianista en la final de la Copa del Rey. Jamón de pata negra por el pitón derecho, toreando como se es y como el cuerpo pide. NATURAL. Entrando a matar derechito como circula el tranvía de la Avenida de la Constitución. Y la ovación se extingue en el saludo desde el tercio. ¡Cómo merecía este torero una vuelta al ruedo después de semejante lección!



        Pero llega Manzanares con su impecable colocación y sus gallardas maneras (nótese por favor ironía) y a Sevilla le falta toro para aplaudir. Menos mal que salvó el asunto vistiendo un selecto nazareno y oro. Reconozco que hoy me ha gustado el maestro mucho más que otras tardes. Y la de hoy la ha pescado en el sexto bicorne. Se lo agradezco, y no poco. Pero hay que tratar a las cosas como son. Y no menos debía ser en la plaza que era: la pureza y la naturalidad jamás deben estar subordinadas bajo la trampa y la postura. Independientemente del resultado y el impacto general de la faena, en los cuales por supuesto ha superado con creces el alicantino. Detalles guapos de capa, riñones encajados en la franela y recibiendo en la suerte suprema, aunque sin éxito. Sin embargo, para nada venía a cuento otorgar una oreja por una faena sin estructura, sin pureza y sin redondez. No vendamos tan barata la Maestranza.

           Tampoco los chiqueros. Decepción general de desembarque. Un toro de seis años en el templo del toreo. Sin el mismo carbón  los demás cuatreños y cinqueños. Algo más educado fue el sexto, desde el saludo y en los tres tercios, pero no se escucharon cohetes. Y por vender se ha vendido hasta la banda, con sus destacadas preferencias de diestros. Si hay sobre de por medio, no se sabe. Lo que sí se sabe es que falta afición a raudales.

      La tarde se la ha cargado, en parte Jandilla, y en otra mucha, Sevilla. Qué te han hecho, por Dios, Sevilla.

Imágenes: Maestranza-Pagés

Romero Salas

           


domingo, 27 de marzo de 2022

TOROS Y COFRADÍAS: ¿Por dónde accede Morante a la Maestranza?

   Se cuenta que José Delgado Guerra, torero nacido en 1754, más conocido como Pepe Hillo, entraba a rezar a la Capilla del Baratillo de Sevilla poco antes de hacer el paseíllo en la Real Maestranza -anexa al citado templo-. Es por ello que, tras realizar las oraciones vestido de torero, atravesaba una puerta que comunicaba esta Iglesia del Arenal hispalense con la plaza de toros, para evitar la necesidad de salir a la calle de nuevo y, de esta manera, ahorrar tiempo.

    Y es Morante de la Puebla quien, fiel a su deseo de recuperación constante de las añejas tradiciones, lleva a cabo el mismo procedimiento cada tarde que se acartela en el coso baratillero, desde 2016. Es esa la razón por la cual los aficionados ya no podemos verle cruzar la calle Iris para acceder al patio de cuadrillas maestrante. Un gesto torero, artista, y en definitiva genial, como su concepto del toreo.








    Viene al hilo otra anécdota narrada por su incondicional y "segundo mozo de espadas", el Sr. abogado D. Joaquín Moeckel, antiguo Hermano Mayor de la Cofradía del Baratillo, también llamada la Hermandad de los toreros:

    Una tarde de abono en Sevilla, el diestro cigarrero rezaba en la sede de la cofradía del Miércoles Santo ante la imagen de San José -donada por el propio Pepe Hillo y cuya fotografía puede apreciar en la parte inferior-. Tras esto, envuelto en el espeso ambiente de silencio ronco propio de los minutos previos a poner su vida en juego, pronuncia José Antonio Morante con guasa y torería: "ahora que le he rezado a San José, voy a rezarle también a San Antonio pa' que no se me cabree". Única y exclusivamente podía ser frase del genio de la Puebla.


Imágenes (por orden): Diario de Sevilla, Canal de Youtube Luis Jiménez, Twitter C. Navarro Antolín, Gestionarte.

Romero Salas

domingo, 27 de febrero de 2022

El oficio y maestría de Álex Mariscal se llevan el II Bolsín de Lucena

     




    Tras sonar el Himno de Andalucía, trenzan los cinco espadas el paseíllo en línea recta, todos destocados a excepción de Álex Mariscal. A su término, se escuchó el Himno Nacional. Está en juego un sitio en el certamen de novilladas de Villaseca de la Sagra, reservado para el ganador de la Final del II Bolsín Taurino "Coso de los Donceles" de Lucena (Córdoba).









        "Pinceló detalles toreros José Antonio Monesterio, aunque sin terminar de irrumpir la explosión de la faena. Templado estuvo Manuel Casado con la capa, con un personal toque acompañado de entrega y valor para entrar a matar sin muleta. Recibió a porta gayola Antolín Jiménez, de figura erguida y cierto empaque. Destacó el manejo de Álex Mariscal, enclasado y atemperado firmando una sólida faena. El mejor sabor lo dejó Manuel Quintana, siempre en torero y trazando carteles de categoría, aunque sin fortuna en la suerte suprema".


    Abre la mañana José Antonio "Monesterio", de azul marino y oro, con una larga de rodillas. Recibe sin lucimiento a un desclasado eral, castaño, de presencia media y playero de arboladura, como lo será también el resto del encierro. Quita Manuel Casado por delantales y chicuelinas "apretás" cogiendo el capote cortito de la esclavina. Replica Monesterio sin éxito. Le falta fijeza al animal en banderillas, desfondándose y cayendo de los cuatro cuartos. Brindis personal.

Con alfileres está cogido el eral, perdiendo las manos por el pitón derecho. No obstante, lo lleva José Antonio más toreramente al natural, a sones de "Joselito Bienvenida", abandonándose. Traza algún que otro detalle torero al burel que embiste a media altura. Pero el público está frío y no acompaña, decreciendo la emoción. Se pone peligroso el animal en los últimos compases de la faena. Deja el becerrista una estocada entera y en lo alto, recompensada con dos orejas.





    Turno para Manuel Casado, de obispo y oro, con otra larga de rodillas, chicuelinas y acompasadas verónicas de temple, rematadas con un toque sevillano en la media. No puede expresarse Antolín Jiménez en el quite. Banderillea el propio torero al ritmo de "Amparito Roca" intentándolo -aunque en vano- al violín. Destaca un par al quiebro por dentro entre las tablas, frente al berreón cornúpeta, negro de capa y algo más bajo de agujas. Brinda a Tomás Campuzano y todos sus compañeros de cartel.

Comienza con la franela de rodillas en los terrenos de tablas, sobresaliendo su excepcional entrega. Irrumpe el pasodoble "Nerva" cuando tiene domeñada a la res por ambas manos, sin humillar en gran medida. Con una mejorable colocación, levanta los "oles" del tendido, encajando la cintura en los pases de pecho. Concluye la faena por manoletinas y entrando a matar sin muleta, no sin arrojarse en medio de los pitones, como mandan los cánones. Pese a tal esfuerzo del joven sevillano, se resiste en caer el bicorne, con una estocada tendida. Dos orejas y rabo, y vuelta al ruedo en el arrastre.









    Se va a porta gayola Antolín Jiménez, ataviado con un verde bandera y oro. Recibe con la capa a las espaldas, la que es arrollada por el tercer eral de la final, castaño y de mejores hechuras que sus hermanos. Prosigue con unas gaoneras sin triunfo, al igual que Álex Mariscal en el quite, enganchándole el de Sánchez de Alba, que a su vez no expone fuerza ninguna al tomar los rehiletes. Brindis al tendido.

Se dirige a los medios, donde interpreta una serie de derechazos de rodillas. Tras descalzarse y arrancar "La Chiclanera", ajusta los pases de pecho con empaque y pureza. Cita bien cruzado y toreando con la figura erguida, en el sitio y encauzándole el recorrido al astado, que contribuye escasamente, cayendo con cierta frecuencia. Pierde la fijeza en unos molinetes descompuestos, que arrancan simultáneamente el orden a la faena. Saca del tintero varias bernardinas en el tercio. Deja un pinchazo y una media estocada en suerte contraria, teniendo que recurrir al descabello, aunque sin efecto. Granjea dos orejas.










    Destilando clase y torería con el percal salió al albero lucentino Álex Mariscal, de coral y oro con fajín y corbatín en nazareno. No consigue un quite redondo Manuel Quintana por el carbón excesivo del eral. Coloca con actitud el propio Mariscal los avivadores, quedando bajos y desiguales, el último par cercano al estribo. Brindis personal a una persona del tendido.

Con espigados estatuarios en el tercio, prueba por alto al animal, bajándole más tarde la mano en redondo, casi siempre manteniendo la figura. Su negro adversario, por su parte, berrea lo que no está escrito, desplazándose cada vez menos, sin clase. Mientras ameniza la faena "Churumbelerías", tira de oficio el novillero con destacable pureza para cortar dos orejas y rabo, tras unas manoletinas mirando al público y una estocada entera, firmando de esta manera una consolidada y completa actuación, aunque quizá con una ligera carencia de pellizco torero.












    Sorprende gratamente Manuel Quintana, con un vestido grosella y oro, sembrando por el ruedo una extraordinaria torería con la capa, moviendo los brazos por delante y con gran juego de los mismos. Sin poder lucirse en el quite, brinda a Tomás Campuzano y a su maestro el Califa, tras un tercio de garapullos gobernado por la mansedumbre del cuadrúpedo.

Sigue deleitando a la afición con ayudados por alto de ensueño, pegado a tablas. Con magisterio y hombría. Saben a pata negra varias series de naturales. Es desmontado el becerrista dos veces, pero cuenta con el cariño del público, que le incita a regalar posteriormente verdaderos carteles de toros por el pitón izquierdo. Se le va colando el astado por dentro, que va aumentando a la vez su peligrosidad. Recibe Manuel varias volteretas. Tiene ahora una difícil papeleta. Después de propinar dos pinchazos y tres estocadas en suerte contraria, se atrona finalmente el tecloso eral, cuyas dos orejas acaban en manos del cordobés.










    Al concluir el festejo, se realizó una exhibición de enganches de dos carruajes de caballos tordos, mientras el jurado ponía en común su veredicto, el cual quedó de la siguiente manera:

        1- Álex Mariscal:  91 pt  (2 orejas y rabo)

        2- Manuel Casado:  80,7 pt  (2 orejas y rabo)

        3- Manuel Quintana:  76,4 pt  (2 orejas)

        4- José Antonio "Monesterio":  71 pt  (2 orejas)

        5- Antolín Jiménez:  63,1 pt  (2 orejas)







    El embarque de Isabel Sánchez de Alba ha sido presentado de manera aceptable, siendo negros tres erales y dos castaños, playeros de arboladura en su totalidad; de juego dificultoso, sin apenas fuerza, mansos en general, y alguno que otro peligroso.

-ENTRADA: Un quinto de plaza-

Imágenes: Manuel Jiménez

Romero Salas