viernes, 12 de abril de 2024

¡Mañana va a venir a verte "tu madre"... y yo también!


Las cosas de Curro. Al Faraón le dijeron todo cuanto no está escrito, porque en la democracia más exacta de una plaza de toros, el pueblo es soberano, y por ende, quien tiene derecho a la protesta. Ayer, cuando el ocaso iba tiñendo de pre-feria y oro las aguas del viejo Betis, por las bocas de la Maestranza se adivinaba ese mismo sentimiento anti y a la vez pro currista, que ya lleva durmiendo algo más de veinte años.


Curro Romero saliendo de la plaza escoltado, frente a la seria mirada de Juan Pedro Domecq



Fue en esa sensibilidad impotente que roza el nihilismo mejor ejemplificado, cuando la soberanía del público volvió a caer enredada en los hilos de Juan Pedro. Si bien por la mañana declaraba el ganadero en el sorteo que había traído su cercado más bonito, mi incredulidad fue grande cuando tras el reconocimiento veterinario le rechazaron no uno, ni dos, ni tres: cinco toros, casi un embarque entero, no quedando aquí la cosa: por cuestiones de morfología y remate. Y la gracia que le haría al chófer cuando hubiera que ir otra vez al campo a por toros, para Sevilla nada menos. Por semejante insulto a una plaza de esta categoría, aplaudiría que se le privara de pisar los corrales de la feria de Abril otro año venidero más, como el pasado. Simplemente lamentable.


Orden de lidia de los toros reseñados para la corrida de ayer.
Véanse los cinco ejemplares de Juan Pedro Domecq rechazados en el reconocimiento.




Y es que en esta caprichosa fiesta de los toros, todo lo organizado se ahoga en la más vasta imprevisibilidad. Uno se gasta el dinero que estime oportuno, sin saber nada de la función. Venía la afición -la de verdad- de romperse la camisa con una excepcional divisa de Santiago Domecq (de primero a sexto), y varios toros "de estudio" de El Parralejo, cuando en la tarde de los juampedros, el pueblo soberano echó en falta a quien mostrar su descontento. 

Al igual que a Aguado se le pita cuando entra en gana, y a Pepe Luque cuando da dos orejas en Sevilla con un pinchazo, el respetable no tenía a quien dirigirse ni para aplaudir la labor ganadera del pasado martes, ni para recriminar el fiasco de ayer -desde el momento del embarque en Castillo de las Guardas, hasta que se fue el camión con las carnes de lidia para el Mercado de Triana-. Ninguna de estas humildes líneas tendría sentido si Juan Pedro se hubiera limitado a asomarse a la boca del burladero, con vergüenza torera, para recibir la bronca que correspondía ayer al término del festejo. Si bien el ganadero da la vuelta al ruedo cuando le indultan un toro, también debería estar en disposición cercana por si hubiera que saludar tímidamente una ovación, o para recoger las almohadillas del suelo. Que como le gritaban al pobre Curro, a más de uno le entraron ganas de decir: "¡Juan Pedro, el año que viene va a venir tu padre... y yo también!"

Romero Salas



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