A sones de "Pan y Toros" se me reconcome el alma por dentro. Hoy la palabra "Málaga" me suena a clarines de los bomberos sobre la meseta de toriles. Las circunstancias de hoy día han hecho que no me quede otra que esperar un interminable invierno más. Un invierno para poder disfrutar de ese paseíllo tan especial desde el café hasta la plaza, almohadilla bajo el brazo, respirando los lances de sal que el mar nos brinda con su capote.
Las banderas sobre la presidencia que hace escasas temporadas vieron nacer mi afición a este arte entre las artes ondean hoy con aroma festivo. El rubio albero de una plaza de primera es hoy la envidia de todas las miradas del orbe taurino. A las siete de la tarde sí que valdrá la entrada ser testigo del paseíllo trenzado por un cartel inigualable. Con ese momento presenciado ya puede coger uno la salida del "tendío" perfectamente.
A "Pan y Toros" suena ese ambiente exclusivo que nos sugiere la Malagueta. Una constante fragancia de torería desde el estribo del burladero hasta la última teja de la andanada. "Pan y Toros", "Pan y Toros" nos recuerda aquellas tardes de triunfo y apertura de la puerta grande, que curiosamente es tan grande como todas las del coso malagueño. "Pan y Toros" evoca aquellos papelillos al ruedo, aquellas quejas de los vecinos de delante por clavarle las rodillas en la espalda, aquellas palmas de tango hacia el presidente por no devolver al toro que no sabe si hacerse ya el muerto en el caballo con tal de ver el pañuelo verde... En definitiva, aquella fusión de fiesta y seriedad que caracterizan a una feria única. Escuche. Ya suena. "Pan y Toros".
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Romero Salas