domingo, 10 de mayo de 2020

Recordando aquel apoteósico 10 de mayo


Distinta. Muy distinta se encuentra en estos momentos Sevilla y la Real Maestranza. Hace un año era todo un hervidero de emociones, alegría, orgullo y afición -sentimientos que pocos espectáculos pueden producir en la totalidad de las personas que lo presencian y disfrutan-. Ahora, un gélido, deshabitado, diría que moribundo lugar que llora internamente por la situación actual. Moribundo pero con pronta recuperación me refiero, o eso es lo que todos los aficionados esperamos.

Y, créame, en toda mi corta andadura y escasa sapiencia sobre la Fiesta Nacional, la corrida del 10 de mayo de 2019, compuesta por el cartel: Morante de la Puebla, Roca Rey y Pablo Aguado, con toros de Jandilla en la Real Maestranza de Caballerías de Sevilla, desde mi punto de vista ha sido la más completa y efervescente que haya conocido. Y no digo faena, ni toro (que también), sino tarde en general. Lo demuestro con los siguientes argumentos:


En primer lugar, el paseíllo fue ejectuado correctamente en mi opinión.

En el primer toro, podemos observar la dureza y cruda realidad que usualmente abunda en la Fiesta Brava. Un toro sin opciones ni transmisión con el cual Morante no pudo expresarse.

Portagayola de Roca Rey en el segundo. Espectacular quite de Pablo Aguado. Riesgo, valor, arte también por parte del peruano. Largas cambiadas y muletazos de rodillas.

Apoteosis en el tercero. Pablo Aguado hizo ver a los tendidos y más allá de ellos que viene para quedarse, y llegar a lo más alto del escalafón con un maravilloso ramillete de verónicas y cuatro minutos de faena, ni más ni menos, 35 suaves y ralentizados pases a sones de "Dávila Miura", organizados mayoritariamente en tandas de 7 (número de la perfección), que le hacen situarse en la cumbre más deseada por los que se visten de oro tarde tras tarde. He aquí la grandeza de la sencillez en tauromaquia. Apreciamos la lentitud, verticalidad, y la naturalidad que elimina masivamente esa obsesión de arrastrar la muleta, que como consecuencia obliga a crear una, para mí y algunos más, desagradable y horrenda composición de un torero doblado que envuelve en albero a diestro y siniestro esta sagrada tela, como si de una escoba se tratase.  Estoconazo tirándose entre los pitones de Cafetero, que reafirman aún más si cabe esas merecidas dos orejas.

Brillante el de la Puebla en el cuarto. Despaciosidad en el percal, que remata con una fascinante media belmontina. Clásico galleo del Bú sacando al toro del caballo, e impactantes muletazos a dos manos por alto de rodillas. Se notaba la rivalidad que obligaba a arriesgar para no quedarse fuera, -como todo en la vida y esto tan nuestro de los toros-.

El quinto, Roca Rey. Todos sabemos cómo es él.

Más exhibiciones y cursos cortos de toreo de capa por parte del sevillano Aguado. Magistral. Otro faenón que se combina con "Suspiros de España", para convertirse en el camino hacia otro par de orejas, el cual deja atrás el esfuerzo y ganas toreras de abrir esa anhelada Puerta del Príncipe. En tauromaquia, muchos sueños suelen hacerse realidad. 

Pueden contemplar la plenitud en esta tarde de toros. A gran parte de la afición nos será difícil olvidarla, y eso que pude presenciarla. Me suponía una gran satisfacción y sorpresa cada vez que visitaba el Diario de Sevilla en Internet para leer la crónica del "toro a toro" en tiempo real.


Y concluyo este pequeño homenaje a aquel 10 de mayo, mostrando la última oración que Paco Mora escribió en su artículo "Morante ya tiene sucesor", de su página La Revolera, para Aplausos esa noche:

"Bueno, y me voy a la cama a soñar verónicas de alhelí y naturales de terciopelo, porque la tarde ha sido para soñarla y que no lo despierten a uno hasta que le garanticen que verá otra parecida".


He de admitir que me impactó de tal manera dicha publicación, que creo que verdaderamente me aficioné a la crítica taurina en aquel momento. Quién sabe si usted está leyendo esto ahora mismo gracias a D. Francisco, al cual admiro profundamente... quizás este blog exista gracias a él...


Y yo también me acuesto, recordando con una sonrisa la corrida, porque más o menos por estas horas, hace un año, Pablo Aguado se había ganado a pulso las llaves de la Real Maestranza, la admiración de todo el Universo Taurino, y el respeto de Serva la Bari.

Romero Salas





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