Movistar Plus (Movistar Less), ante la censura de las verónicas de Nacho Fernández en el campo tras ganar la decimoquinta UCL con el Real Madrid |
Nacho Fernández lanceando en el estadio de Wembley. |
Movistar Plus (Movistar Less), ante la censura de las verónicas de Nacho Fernández en el campo tras ganar la decimoquinta UCL con el Real Madrid |
Nacho Fernández lanceando en el estadio de Wembley. |
Las cosas de Curro. Al Faraón le dijeron todo cuanto no está escrito, porque en la democracia más exacta de una plaza de toros, el pueblo es soberano, y por ende, quien tiene derecho a la protesta. Ayer, cuando el ocaso iba tiñendo de pre-feria y oro las aguas del viejo Betis, por las bocas de la Maestranza se adivinaba ese mismo sentimiento anti y a la vez pro currista, que ya lleva durmiendo algo más de veinte años.
Curro Romero saliendo de la plaza escoltado, frente a la seria mirada de Juan Pedro Domecq |
Orden de lidia de los toros reseñados para la corrida de ayer. Véanse los cinco ejemplares de Juan Pedro Domecq rechazados en el reconocimiento. |
Decían los curristas de las camisas rajás' que quien no quería al Faraón, no quería a su madre. Y esa es la frase de la que se han ido apropiando los que hacen kilómetros siguiendo al maestro de la Puebla. Sevilla está enferma, huérfana de afición sevillana. Sevilla ahora es la feria ganao' -al menos a partir de las 18:30- donde el silencio ya no sobrecoge, donde los corrales son los de mi pueblo y donde la Puerta del Príncipe ya son palabras menores. Pero el mayor de los pecados es que Sevilla ha abandonado a su devoción del siglo XXI, y no por vez primera. La Maestranza ha desheredado a su torero.
Sevilla por no entender, no se entiende ni ella misma. Todo gira en torno a irse del Real para luego volver. Es como salir un paso de su templo en estación de penitencia y recogerse a las horas, sin santiguarse en la Santa Iglesia Catedral. Y ese sacrilegio sucedió en el barrio del Arenal el pasado lunes, como tantas otras tardes.
Morante no se baja de su dimensión. A sus 43 años. Y a Morante lo han vendido por treinta monedas de plata. Hoy la afición sevillana prefiere una faena de "trapazos" sin orden ni sentido. La muleta y el capote son un trapo. Un trozo de tela. Si no se utilizan bien, el torero está pegando "trapazos". Muy diferente a lo que viene a ser un lance o un muletazo. Para nada son lo mismo. Y Sevilla lo tolera y concede la Puerta del Príncipe a tres tandas citando desde la portada de la Feria y colocándose como para bailar sevillanas. Roca Rey es quien llena hoy día las plazas, y su función es esencial; y de acuerdo estamos. Pero no se puede ningunear al público hispalense de la manera que lo hizo y seguirá haciendo. El ruedo no es un ring de boxeo. El toreo no es lucha, sino danza. Complementariedad entre toro y torero, que no oposición. Por eso a Rocky Rey le faltan los guantes cuando sale a "torear".
Pero de nada sirve esto. De todas maneras, a la tarde de Victorino van toros reseñados como sobreros en Olivenza. De nada sirve. Todo es un circo. Pese a que luego se comportaron bastante bien, supone un auténtico insulto al caché del coso maestrante. Sevilla es lo extraordinario, lo sobrenatural, lo superior. El templo del toreo. Para bien y para mal.
Y hoy vuelve a pisar el albero de oro Morante de la Puebla. Hoy tiene la afición una deuda que saldar. Debe tener el detalle la Maestranza de romper con ovación el paseíllo para sacarlo a saludar, a modo de disculpas y reverencia a su Mesías. De sabios es rectificar.
Imagen: ABC
Romero Salas
Y de los más loados a lo largo de la historia taurómaca. Es evidente que tendemos a infravalorar ese punto intermedio entre la concesión de una oreja y un simple saludo desde el tercio. Pero mayor aún es la evidencia que rebosa sobre la vil profanación que se ha dado en el Paseo Colón a una de las leyes fundamentales del toreo: en plaza de primera -y ni hablar ya de Sevilla-, si no se mata en el primer encuentro, no hay orejas.
Y es que cuando un torero da una vuelta al ruedo, es signo inequívoco de que el público está con él pese a cualquier infortunio o desperfecto de su lidia que le haya impedido pasear apéndices. Por ende, ¡qué majestuoso hubiera sido ver a Morante pasar por barrera una segunda vez -como se le pidió-... y todas las que hicieran falta! Pero desprovisto de esa oreja que debió llegar al desolladero en el arrastre.
Es muy simple: si fragmentamos las "normas no escritas" que nosotros mismos hemos establecido, ¿adónde estamos llevando nuestra Fiesta? Responderán los aficionaos' que hay que tener sensibilidad, que es un premio al conjunto de la obra, y miles de etcéteras. Así opino yo también, y por ello el respetable, como soberano que es, tuvimos la potestad para pedirle una segunda vuelta, y una tercera y así hasta que nos echaran de la plaza, con mayor sensibilidad y a su vez mayor rigor que el Sr. Presidente que osó a asomar el pañuelo blanco por el palco, habiendo visto al cigarrero entrar hasta en tres ocasiones a matar. La primera oreja es la del público, pero siempre y cuando se cumplan los requisitos para dicha concesión. Y para más inri, sigo sin poder asimilar cómo grandes entendidos afirman sin complejos que incluso merecía cortar el rabo.
Partimos de la base de que el cuarto burel fue pitado desde su salida hasta banderillas por descoordinación (finalmente por mero acalambramiento, propio de haber estado en los chiqueros). Por consiguiente, no pudo haber lucimiento en ninguno de los primeros tercios, con lo cual se esfuma el mínimo vislumbre de conceder los premios máximos que tanto se están escuchando sin sentido alguno. Y aunque se vio un José Antonio entregadísimo, arrebatao' y dando clases de una pureza impresionante, verdad y torería, el de Matilla iba muy a menos, parándose y convirtiéndose en un carretón fácil, embistiendo de uno en uno y con cierta informalidad en el recorrido (aunque con sublime humillación) lo que hizo perder explosividad a una faena ya de por sí magistral.
Dicen también que ha sido "la faena de la vida de Morante". Dónde queda entonces la lidia completa a uno de Juan Pedro el 1 de octubre del pasado año, la faena del Núñez del Cuvillo en 2016, o bien la que realizó de verde botella y azabache en 2009 ó la de la porta gayola en abril de 2007, todas ellas gratamente recordadas. Y si la faena al de Olga Jiménez el 23 de septiembre de 2022 era de rabo según los mentideros, aun faltándole esa última rotundidad ya citada, ¿a qué altura queda la de Pablo Aguado con Jandilla, Diego Urdiales con Santi Domecq o el propio Tomás Rufo este pasado abril?
Así pues, por el bien de la tauromaquia, la obra de plena inspiración y sello propio de Morante se merecía un premio bastante más digno mediante varias vueltas al ruedo de peso y mérito, que, por esa falta de firma y redondez, una oreja inmerecida y transgresora de los cánones que rigen nuestro espectáculo. Porque las vueltas al ruedo también son trofeos, y muy dignos.
Romero Salas
Y Santiago los iluminó con su estela. Hoy tan solo cuatro sendas condujeron a la Roma del toreo. El coso santanderino de Cuatro Caminos se inundó de nazareno y azabache, transformándose a su vez en la más frondosa galería de arte en movimiento. Los cuatro caminos que dan nombre a la septentrional plaza de toros se basan en una palabra cada uno: "Morante, de, la, Puebla".
Qué han hecho contigo. Vives para tu afición, y tu afición te mata a descabellos. Escribía Rafael Alberti que lloraba la Giraldilla mora con lágrimas en su pañuelo. Y si a ella le ha dado por mirar hacia los tendidos de la Maestranza esta misma tarde, no sé yo cómo habrá terminado la pobre.
El "afisionao" está en peligro de extinción. Hoy día hay taurinos de gomina y Varon Dandy que muy honrada y respetablemente adormecen el ladrillo visto del arenal baratillero. Pero, groso modo y con contadas excepciones, no saben corresponder a lo que se les ofrece. Déjeme explicarme:
Llegó Morante al albero sevillano obligándonos a retroceder un siglo en el tiempo. Medias blancas, verónicas por alto abelmontás', revertinas a una mano y naturales por detrás de la cadera. Un par de toros más adelante, tras una gran ambición, entrega y torería, sale por si fuera poco al quite. Y queriendo echarse el capote a la espalda mediante una revolera, pierde un pie y los vuelos del percal. En la ínfima y menos razonable ocasión llegaron los pitos a la Cartuja. Sevilla se dio con "su" Morante. A qué viene eso. Como es natural, se desplomó el cigarrero emocionalmente y hasta luego Lucas. Se le pitó incluso al irse de la plaza en el juicio más injusto.
En el quinto burel -el que dicen que nunca es malo- sale Diego Urdiales decidido y en torero a pegar un abanico de verónicas de las que no se borran. Acunando el toreo y como con el paño de la cocina, todo esto a un manso de nacimiento más berreón que un valencianista en la final de la Copa del Rey. Jamón de pata negra por el pitón derecho, toreando como se es y como el cuerpo pide. NATURAL. Entrando a matar derechito como circula el tranvía de la Avenida de la Constitución. Y la ovación se extingue en el saludo desde el tercio. ¡Cómo merecía este torero una vuelta al ruedo después de semejante lección!
Pero llega Manzanares con su impecable colocación y sus gallardas maneras (nótese por favor ironía) y a Sevilla le falta toro para aplaudir. Menos mal que salvó el asunto vistiendo un selecto nazareno y oro. Reconozco que hoy me ha gustado el maestro mucho más que otras tardes. Y la de hoy la ha pescado en el sexto bicorne. Se lo agradezco, y no poco. Pero hay que tratar a las cosas como son. Y no menos debía ser en la plaza que era: la pureza y la naturalidad jamás deben estar subordinadas bajo la trampa y la postura. Independientemente del resultado y el impacto general de la faena, en los cuales por supuesto ha superado con creces el alicantino. Detalles guapos de capa, riñones encajados en la franela y recibiendo en la suerte suprema, aunque sin éxito. Sin embargo, para nada venía a cuento otorgar una oreja por una faena sin estructura, sin pureza y sin redondez. No vendamos tan barata la Maestranza.
Tampoco los chiqueros. Decepción general de desembarque. Un toro de seis años en el templo del toreo. Sin el mismo carbón los demás cuatreños y cinqueños. Algo más educado fue el sexto, desde el saludo y en los tres tercios, pero no se escucharon cohetes. Y por vender se ha vendido hasta la banda, con sus destacadas preferencias de diestros. Si hay sobre de por medio, no se sabe. Lo que sí se sabe es que falta afición a raudales.
La tarde se la ha cargado, en parte Jandilla, y en otra mucha, Sevilla. Qué te han hecho, por Dios, Sevilla.
Imágenes: Maestranza-Pagés
Romero Salas
Tras sonar el Himno de Andalucía, trenzan los cinco espadas el paseíllo en línea recta, todos destocados a excepción de Álex Mariscal. A su término, se escuchó el Himno Nacional. Está en juego un sitio en el certamen de novilladas de Villaseca de la Sagra, reservado para el ganador de la Final del II Bolsín Taurino "Coso de los Donceles" de Lucena (Córdoba).
"Pinceló detalles toreros José Antonio Monesterio, aunque sin terminar de irrumpir la explosión de la faena. Templado estuvo Manuel Casado con la capa, con un personal toque acompañado de entrega y valor para entrar a matar sin muleta. Recibió a porta gayola Antolín Jiménez, de figura erguida y cierto empaque. Destacó el manejo de Álex Mariscal, enclasado y atemperado firmando una sólida faena. El mejor sabor lo dejó Manuel Quintana, siempre en torero y trazando carteles de categoría, aunque sin fortuna en la suerte suprema".
Abre la mañana José Antonio "Monesterio", de azul marino y oro, con una larga de rodillas. Recibe sin lucimiento a un desclasado eral, castaño, de presencia media y playero de arboladura, como lo será también el resto del encierro. Quita Manuel Casado por delantales y chicuelinas "apretás" cogiendo el capote cortito de la esclavina. Replica Monesterio sin éxito. Le falta fijeza al animal en banderillas, desfondándose y cayendo de los cuatro cuartos. Brindis personal.
Con alfileres está cogido el eral, perdiendo las manos por el pitón derecho. No obstante, lo lleva José Antonio más toreramente al natural, a sones de "Joselito Bienvenida", abandonándose. Traza algún que otro detalle torero al burel que embiste a media altura. Pero el público está frío y no acompaña, decreciendo la emoción. Se pone peligroso el animal en los últimos compases de la faena. Deja el becerrista una estocada entera y en lo alto, recompensada con dos orejas.
Turno para Manuel Casado, de obispo y oro, con otra larga de rodillas, chicuelinas y acompasadas verónicas de temple, rematadas con un toque sevillano en la media. No puede expresarse Antolín Jiménez en el quite. Banderillea el propio torero al ritmo de "Amparito Roca" intentándolo -aunque en vano- al violín. Destaca un par al quiebro por dentro entre las tablas, frente al berreón cornúpeta, negro de capa y algo más bajo de agujas. Brinda a Tomás Campuzano y todos sus compañeros de cartel.
Comienza con la franela de rodillas en los terrenos de tablas, sobresaliendo su excepcional entrega. Irrumpe el pasodoble "Nerva" cuando tiene domeñada a la res por ambas manos, sin humillar en gran medida. Con una mejorable colocación, levanta los "oles" del tendido, encajando la cintura en los pases de pecho. Concluye la faena por manoletinas y entrando a matar sin muleta, no sin arrojarse en medio de los pitones, como mandan los cánones. Pese a tal esfuerzo del joven sevillano, se resiste en caer el bicorne, con una estocada tendida. Dos orejas y rabo, y vuelta al ruedo en el arrastre.
Se va a porta gayola Antolín Jiménez, ataviado con un verde bandera y oro. Recibe con la capa a las espaldas, la que es arrollada por el tercer eral de la final, castaño y de mejores hechuras que sus hermanos. Prosigue con unas gaoneras sin triunfo, al igual que Álex Mariscal en el quite, enganchándole el de Sánchez de Alba, que a su vez no expone fuerza ninguna al tomar los rehiletes. Brindis al tendido.
Se dirige a los medios, donde interpreta una serie de derechazos de rodillas. Tras descalzarse y arrancar "La Chiclanera", ajusta los pases de pecho con empaque y pureza. Cita bien cruzado y toreando con la figura erguida, en el sitio y encauzándole el recorrido al astado, que contribuye escasamente, cayendo con cierta frecuencia. Pierde la fijeza en unos molinetes descompuestos, que arrancan simultáneamente el orden a la faena. Saca del tintero varias bernardinas en el tercio. Deja un pinchazo y una media estocada en suerte contraria, teniendo que recurrir al descabello, aunque sin efecto. Granjea dos orejas.
Destilando clase y torería con el percal salió al albero lucentino Álex Mariscal, de coral y oro con fajín y corbatín en nazareno. No consigue un quite redondo Manuel Quintana por el carbón excesivo del eral. Coloca con actitud el propio Mariscal los avivadores, quedando bajos y desiguales, el último par cercano al estribo. Brindis personal a una persona del tendido.
Con espigados estatuarios en el tercio, prueba por alto al animal, bajándole más tarde la mano en redondo, casi siempre manteniendo la figura. Su negro adversario, por su parte, berrea lo que no está escrito, desplazándose cada vez menos, sin clase. Mientras ameniza la faena "Churumbelerías", tira de oficio el novillero con destacable pureza para cortar dos orejas y rabo, tras unas manoletinas mirando al público y una estocada entera, firmando de esta manera una consolidada y completa actuación, aunque quizá con una ligera carencia de pellizco torero.
Sorprende gratamente Manuel Quintana, con un vestido grosella y oro, sembrando por el ruedo una extraordinaria torería con la capa, moviendo los brazos por delante y con gran juego de los mismos. Sin poder lucirse en el quite, brinda a Tomás Campuzano y a su maestro el Califa, tras un tercio de garapullos gobernado por la mansedumbre del cuadrúpedo.
Sigue deleitando a la afición con ayudados por alto de ensueño, pegado a tablas. Con magisterio y hombría. Saben a pata negra varias series de naturales. Es desmontado el becerrista dos veces, pero cuenta con el cariño del público, que le incita a regalar posteriormente verdaderos carteles de toros por el pitón izquierdo. Se le va colando el astado por dentro, que va aumentando a la vez su peligrosidad. Recibe Manuel varias volteretas. Tiene ahora una difícil papeleta. Después de propinar dos pinchazos y tres estocadas en suerte contraria, se atrona finalmente el tecloso eral, cuyas dos orejas acaban en manos del cordobés.
Al concluir el festejo, se realizó una exhibición de enganches de dos carruajes de caballos tordos, mientras el jurado ponía en común su veredicto, el cual quedó de la siguiente manera:
1- Álex Mariscal: 91 pt (2 orejas y rabo)
2- Manuel Casado: 80,7 pt (2 orejas y rabo)
3- Manuel Quintana: 76,4 pt (2 orejas)
4- José Antonio "Monesterio": 71 pt (2 orejas)
5- Antolín Jiménez: 63,1 pt (2 orejas)
El embarque de Isabel Sánchez de Alba ha sido presentado de manera aceptable, siendo negros tres erales y dos castaños, playeros de arboladura en su totalidad; de juego dificultoso, sin apenas fuerza, mansos en general, y alguno que otro peligroso.
-ENTRADA: Un quinto de plaza-
Imágenes: Manuel Jiménez
Romero Salas