Bien sabe usted que, indudablemente, la cosa se pone cada vez más seria. No es para menos. Hemos salido del burladero más de la cuenta, y ahora estamos sufriendo las consecuencias. Numerosos son los factores que están influyendo negativamente sobre la evolución de la pandemia. No obstante, en mi humilde opinión, el sector taurino no se encuentra en esta prolongada lista de actividades, que por nombrar algunas, está constituida por el ocio nocturno, reuniones familiares, viajes de vacaciones, etc. Y es normal, ya que es considerable el hartazgo fruto del pasado confinamiento, mas creo que debemos poner más de nuestra parte para no volver a las andadas.
Escribía anteriormente que las corridas de toros no cargaban con esta gran culpa y responsabilidad de hacer que esto retroceda a pasos agigantados. Me apoyo en el estricto cumplimento de las restricciones y medidas sanitarias, uso obligatorio de mascarilla y gel hidroalcohólico, espectáculo llevado a cabo en un espacio abierto... pese a que aun así se nos achaca de que somos los culpables.
Cierto es además, que se han impuesto medidas sumamente contundentes que estrangulan la viabilidad del desarrollo de un festejo taurino. ¿Para qué van a hacerlo en los conciertos o en las discotecas? Pues bien, todos sabemos la real procedencia de este caos legislativo. Lo ocurrido en el Puerto de Santa María el pasado seis de agosto no se corresponde con los valores y actitud de cualquier taurino: aquí se trabaja para arrimar el hombro, no para botar más de la cuenta y darse con la contra, como se suele decir en mi tierra santera. Porque en este caso formamos todos parte de la misma cuadrilla, y cualquier error que se cometa, nos hará pagar caro. Y actualmente convivimos con el extremo de estas infortunadas consecuencias: la suspensión de las corridas. Pone uno toda su ilusión en ver un festejo, aunque sea televisado, y cuando le da por entrar en alguna web sobre toros... ¡ZAS! ... suspendido. De la noche a la mañana. Y cuando no, aplazado para que coincida con la festividad local, el colmo de los colmos. Toda la organización que requiere un espectáculo de esta envergadura, al garete en diez letras: SUSPENDIDA. No hay más que darse un simple paseo por cualquier portal taurino.
Entiendo a la perfección que el tema no está para andarse con toros ni con nada por el estilo. La salud es lo primero, eso por consabido se calla. Tampoco apoyo el popular dicho ahora tan de moda de que no existe constancia de la infección por COVID-19 de una sola persona en una corrida, ya que, aunque es lo más seguro, no se sabe con exacta certeza. Sin embargo, si desde el poder se adivina en el horizonte que la cosa viene fea, que se extermine todo espectáculo taurino de esta temporada por lo menos, ya que de esta manera avistaremos antes la luz al final del túnel, y saldremos menos criticados socialmente, acción que para nada merecemos, desde mi punto de vista. Mas que se tenga en cuenta que no acabarán con nosotros.
Romero Salas
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